miércoles, 15 de enero de 2014

REVOLUCIÓN MEXICANA | Textos Literarios
   Además de su valor artístico los textos literarios son una de las tantas formas mediante las que se expresa la cultura de una época y, por lo tanto, es posible extraer de ellos mucha información sobre el pasado. Los historiadores utilizan este tipo de fuente de información cada vez con mayor frecuencia, ya que muchas veces les permite abordar aspectos novedosos del pasado que no siempre era bien conocidos.
   Lo primero y más importante que debe tenerse en cuenta cuando analizamos un texto literario desde una perspectiva histórica es que el objetivo de los escritores no fue dejar ningún testimonio de su época sino producir una obra estética para provocar el placer de sus lectores. También hay que recordar que las historias que se narran en los textos literarios son ficciones, es decir, invenciones de los autores. Hay algunos escritores que consideran que, para lograr un adecuado efecto estético, es importante introducir en sus obras muchas referencias sobre la realidad que los circunda. Sin embargo, aún en los casos de los escritores realistas, es importante recordar que la literatura trabaja con ficciones. Una lectura adecuada a la tarea del historiador siempre debe de intentar ir más allá de la historia narrada, para tratar de comprender cuáles son los problemas, las incertidumbres, los interrogantes que preocupan a su autor, y como son tratados y desarrollados en su texto. Estos temas que preocupan al autor tienen siempre que ver la relación de éste con su tiempo. Dicen Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano "La producción de un autor -cuanto más individual se reclame y pese a eso- siempre es producto social y práctica de un sujeto socialmente determinado (...) y de una conciencia siempre colectiva" (Beatriz Sarlo y C. Altamirano. Conceptos de sociología literaria). Los elementos que componen la cultura de una época se deslizan siempre de alguna manera en los textos sin importar qué se esté narrando.
   Lo que sigue es una selección de los temas más significativos que están presentes en alguno de los textos más emblemáticos de la Literatura Mexicana.
   (Demetrio Macías) - “ ¿Pos cuál causa defendemos nosotros?”
   Alberto Solís responde: “Me preguntará que por qué sigo entonces en la revolución. La revolución es el huracán, y el hombre que se entrega a ella no es ya el hombre, es la miserable hoja seca arrebatada por el vendaval”.
                                                                               Mariano Azuela. Los de abajo.
   “(Villa era) formidable impulso primitivo, capaz de los extremos peores, aunque justiciero y grande, y sólo iluminado por el tenue rayo de luz que se le colaba en el alma a través de un resquicio moral difícilmente perceptible”.
Martín Luis Guzmán. El águila y la serpiente.
   “Envidiaban de todo corazón a los indios, que no conocen el terrible tedio y se acantonan en un sitio cualquiera, sentados sobres las piernas y ven pasar, impávidos, el sol de la mañana, y venir la tarde y luego la noche, sin dar señas ni de cansancio ni de desesperación.
Mauricio Magdaleno. El resplandor.
   La llamada  novela de la Revolución nace en medio de circunstancias literarias particulares tales como inexistencia de un mercado de lectores, dificultades de publicación, mínima influencia social y en torno a un tono cultural que le permitieron establecer, también programáticamente, su arduo pesimismo en relación con los alcances positivos de transformación nacional.
   Esta literatura que desdeña los paisajes idílicos ofrece una suma de aspectos compartidos, que desemboca en una sorprendente congruencia, al rechazar monolíticamente cualquier visión alborozada y celebratoria de la Revolución.
   El ánimo sombrío y el escepticismo distribuyen aires de semejanza y posiciones comunes a la narrativa que va de Andrés Pérez maderista (1911) de Mariano Azuela a –para trascender la novela ortodoxa con su reclamo de verdad y verosimilitud  e incidir en la recapitulación mítica y crítica– Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo y La muerte de Artemio Cruz (1962) de Carlos Fuentes.
   Esta literatura que abarca  por lo menos cuatro décadas, se instala por un tiempo como una moda obligatoria que incluyó a escritores muy diversos y opuestos. El tema central que cohesiona al género es el proceso social y político de México, de las postrimerías de porfirismo a la consolidación de las nuevas instituciones, la cuestión indígena, la guerra cristera, la Reforma Agraria, la Expropiación Petrolera y capítulo concluyente la corrupción política y económica.
   El hilo conductor es la obsesión moral que, por un lado, se conmueve ante la liquidación brutal del impulso revolucionario, de las relaciones entre víctimas y verdugos  o entre el idealista y el sacrificio o el arribista y el éxito.
   Aparece también el testimonio desencantado en la desmitificación de una épica, ya que el corolario de la sangre vertida y de las hazañas bélicas es la inutilidad, el encumbramiento de los oportunistas.
   Se suscribe una mitología tremendista y primitiva. Figura nítida: Pancho Villa; villanos sin nombre los oficiales huertistas. Se abordan retórica o simbólicamente los problemas centrales tenencia de la tierra/distribución, retención, u obtención del poder.
   Se apuntala el nacionalismo  y se difunden concepciones elementales de la nacionalidad. Se prepara y se va ajustando la imagen de la Revolución como otredad: lo que pasó en otro tiempo, y a otra gente, lo extraño, lo ajeno. El cine lo perfeccionará e industrializará  al suprimir el pesimismo y al subrayar lo pintoresco, y esto puede hacerlo porque en los medios masivos ya no interesa la búsqueda de credibilidad que obsesionó a la Novela de la Revolución.
Juan Rulfo a través de Pedro Páramo incursiona en el costumbrismo y disemina señas de identidad. En él lo que se ha perdido o de lo que se ha prescindido es de la carga de optimismo prefabricado, el alborozo ante la construcción de un México Nuevo.
   En Pedro Páramo, se vivifica admirablemente el idioma de los mexicanos y se extrema y renueva un proceso narrativo. La novela rural adquiere diversificaciones existenciales para Rulfo los hombres de la provincia y el campo no son protagonistas morales, son criaturas vencidas por un destino anterior al libre albedrío, a la posibilidad de elección, pero no anterior a la fatiga, la sequía, la humillación sexual y el crimen.
   La fatalidad es todo. La Revolución Mexicana se disuelve bajo un clima cruel, soez. No hay gratitudes: "Toda violencia es una extensión del proceder de la naturaleza. Toda acción es una síntesis de la historia y del paisaje" (1).
(1) Historia General de México, Tomo 4, El Colegio de México, p. 373.

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